Siempre recuerdo al Señor Snoozer diciendo que el suyo era uno de los trabajos más desagradecidos del mundo. Cuando se sentaba, hacía un leve gesto de dolor y se frotaba las rodillas; "la edad y la humedad no son buenas amigas", susurraba cansado mientras una sonrisa triste adornaba su rostro.
Después, mientras encendía su pipa con la lentitud y el cuidado propios del más solemne de los rituales, comenzaba ese discurso que siempre encabezaba los ratos que pasabamos juntos: "A la gente que vive deprisa no le gusta nada perder el tiempo, así que...