Me gustan los gajos de mandarina muy dulces... apretados, casi casi sin zumo.
Soy un desastre para los pijamas, pasado el día del estreno acabo siempre mezclando cada una de sus partes con otros viejos pero más cómodos. De hecho, para la ropa, soy un desastre en general, la mayor parte de los días llevo calcetines desparejados, me engaño pensando que es un acto de rebeldía pero en realidad es el resultado de lavarlos a destiempo y malguardarlos en un cajón que tengo a reventar.
Como buena castellana, presumo de soportar el frío madrileño estoicamente pero es mentira, se me mete hasta los huesos en noviembre y no se marcha hasta febrero o marzo, poniéndome cara de amargada la mayor parte del tiempo.
Me gusta pensar que recibes lo que das, pero también que las cosas se tienen que hacer porque te salen de dentro, de las tripas o del corazón dependiendo del momento, pero nunca por depositar un interés malsano en verte recompensado por ello, porque además, no nos engañemos, la mayor parte de las veces no hay recompensa posterior y te acabas ennegreciendo poquito a poco.
Aitana me ha robado el corazón hasta un límite que creia imposible teniéndolo tan completo y poco abierto a más opciones como lo tenía, se ha hecho un hueco enorme y lo ha estirado tanto tanto que cada día crece más.
Los libros que atesoro son una de mis mayores riquezas y tengo una pasión casi enfermiza por los artículos de papelería en general y las agendas a estrenar en particular.
Es habitual que mi cuenta bancaria esté vacía, soy experta en negocios infructuosos y de sabiduría desviada, pero mis bolsillos están a reventar de momentos con gente verdadera, con la que compartes elementos tan satisfactorios como un par de zapatos fucsias con un tacón demoníaco, un tutú de dos colores, un ficus asesino, un paseo cargando un somier, un filodendro o una habitación en el refugio de los sueños por cumplir.
Soy capaz de perder horas y horas de mi vida sin remordimiento ninguno embarcándome en proyectos destinados al fracaso más absoluto económicamente hablando pero que me enriquecen el alma de tal forma que puedo incluso olvidarme de ese frío que habita en mis huesos 4 meses al año. Y aún así, me considero una persona práctica cuando hay que serlo, ya veis, en mi cabeza esto tiene mucho sentido.
Me encantan los chicles de canela, las velas de canela, el incienso de canela, los cereales de canela, la crema corporal con canela y... sorpresa... la canela y desde hace algo más de 7 años vivo feliz columpiándome como una cría entre los hoyuelos de Carlos.
Conocen mi DNI, mi numero de la seguridad social, mi fecha de nacimiento, las veces que voy al médico o que utilizo un cajero. Saben perfectamente el estado de mis cuentas, mi vida laboral, los meses que llevo en paro o los títulos que tengo. Manejan información sobre mi currículum, las webs que consulto o mis movimientos en las redes sociales...
Conocen mi nombre, pero no saben mi historia.
[ Read More ]
Soy un desastre para los pijamas, pasado el día del estreno acabo siempre mezclando cada una de sus partes con otros viejos pero más cómodos. De hecho, para la ropa, soy un desastre en general, la mayor parte de los días llevo calcetines desparejados, me engaño pensando que es un acto de rebeldía pero en realidad es el resultado de lavarlos a destiempo y malguardarlos en un cajón que tengo a reventar.
Como buena castellana, presumo de soportar el frío madrileño estoicamente pero es mentira, se me mete hasta los huesos en noviembre y no se marcha hasta febrero o marzo, poniéndome cara de amargada la mayor parte del tiempo.
Me gusta pensar que recibes lo que das, pero también que las cosas se tienen que hacer porque te salen de dentro, de las tripas o del corazón dependiendo del momento, pero nunca por depositar un interés malsano en verte recompensado por ello, porque además, no nos engañemos, la mayor parte de las veces no hay recompensa posterior y te acabas ennegreciendo poquito a poco.
Aitana me ha robado el corazón hasta un límite que creia imposible teniéndolo tan completo y poco abierto a más opciones como lo tenía, se ha hecho un hueco enorme y lo ha estirado tanto tanto que cada día crece más.
Los libros que atesoro son una de mis mayores riquezas y tengo una pasión casi enfermiza por los artículos de papelería en general y las agendas a estrenar en particular.
Es habitual que mi cuenta bancaria esté vacía, soy experta en negocios infructuosos y de sabiduría desviada, pero mis bolsillos están a reventar de momentos con gente verdadera, con la que compartes elementos tan satisfactorios como un par de zapatos fucsias con un tacón demoníaco, un tutú de dos colores, un ficus asesino, un paseo cargando un somier, un filodendro o una habitación en el refugio de los sueños por cumplir.
Soy capaz de perder horas y horas de mi vida sin remordimiento ninguno embarcándome en proyectos destinados al fracaso más absoluto económicamente hablando pero que me enriquecen el alma de tal forma que puedo incluso olvidarme de ese frío que habita en mis huesos 4 meses al año. Y aún así, me considero una persona práctica cuando hay que serlo, ya veis, en mi cabeza esto tiene mucho sentido.
Me encantan los chicles de canela, las velas de canela, el incienso de canela, los cereales de canela, la crema corporal con canela y... sorpresa... la canela y desde hace algo más de 7 años vivo feliz columpiándome como una cría entre los hoyuelos de Carlos.
Conocen mi DNI, mi numero de la seguridad social, mi fecha de nacimiento, las veces que voy al médico o que utilizo un cajero. Saben perfectamente el estado de mis cuentas, mi vida laboral, los meses que llevo en paro o los títulos que tengo. Manejan información sobre mi currículum, las webs que consulto o mis movimientos en las redes sociales...
Conocen mi nombre, pero no saben mi historia.