A veces no cuesta decir adios.
Haciendo balance te das cuenta de las cosas importantes. Mis últimos cuatro años y medio se han almacenado de forma relativamente segura. Lo menos relevante; las cifras y las palabras, los archivos y bases de datos, en un disco duro externo de 65 euros y 500 gigas. Lo primordial en plataformas de almacenamiento más fiables, al menos de momento.
Lo aprendido está en un par de carpetas amarillas con dibujos científicos, en una de las particiones de disco de mi cabeza. He tratado de almacenarlo de forma intuitiva para encontrar enseguida lo que necesite en cada momento. Si vieran su tamaño y grosor algunos dirían que no son demasiado para el tiempo empleado, pero se equivocan, está lo primordial, ya me he encargado de sacar los enfados, las frustraciones y las pérdidas de tiempo dejando espacio a lo importante. Sólo eran paja que te impedía llegar a las hojas realmente interesantes. En esas dos carpetas están los pros y los contras de muchas cosas, las bien hechas y las equivocadas, (de las que también se aprende, y muchas veces incluso más), los ensayos y errores, las rectificaciones y las auto-palmaditas en la espalda (también alguna palmadita ajena, no os vayáis a creer).
Hay dos archivos especialmente importantes, uno lo he llamado "Lo que he ido aprendiendo por el camino" (lo sé, no soy la mejor poniendo nombres cortos a los archivos y me enfadaré cuando tenga que hacer copias de seguridad y esto me dé más de un quebradero de cabeza) y al otro "Lo que me han enseñado mis compañeros de viaje". El segundo es más grande que el primero, aunque me encargué de vincularos de forma que han ido creciendo de la mano. Ah!, llamadme nostálgica, pero también me guardo ahí un pequeño matraz y la fórmula del flubber :-)
Pero definitivamente el archivo más grande es el que he guardado un poquito más abajo, en el pecho, entre la tercera y la cuarta costilla derechas (me pareció un sitio estupendo, cómodo, calido y de lo más protegido). Ahí me guardo mucho más, ahí me guardo personas que, algunas vestidas de calle y otras con bata blanca, me han hecho crecer, que me han enseñado, sorprendido y convertido, quiero creer, en alguien mejor. Son muchas las cosas que escribiría ahora mismo para describirlas, pero no es necesario, algunos incluso no son conscientes de haberse convertido en referente en algún momento, pero incluso así, les estaré eternamente agradecida. A todos ellos espero haberles correspondido adecuadamente dejándoles algo de mí también.
Y cuando vea, aunque sea de refilón, las fotos que comparto con algunos, ese dibujo de mi primer campamento en el que salgo un poco amarilla o ese nombre en forma de mensaje en la bandeja de entrada o en la pantalla de mi movil, sonreiré acordándome de lo bueno vivido y compartido, pero también de todo lo que me queda por vivir con muchos de ellos a los que no dejaré de ver, aunque no sea todas las mañanas a eso de las 9:00.
A veces no cuesta decir adiós.
A veces decides, simplemente, no decirlo.