Cuadernos de apuntes con dibujos de colores. Un viaje de dos días para desconectar con quien tu quieres. El color amarillo. Los broches de fieltro. Los duendes que adornan el mueble de la tele. Un fado en directo en la voz de Mariza. Nuestra manta de nubes para el sofá. Cuando Carlos sonríe. "El diario de Noah" (el libro más que la peli). Una caja con rotuladores nuevos de todos los colores. Algunas canciones de Sabina y de Antonio Vega. Despertarse con olor a pan tostado. Nadar entre los peces del lago de Sanabria. Que a la Cenicienta le valga el zapato y no haga falta que las hermanastras se corten los dedos de los pies. "Ven" de Queyi . Los días lluviosos en los que no tienes que salir de casa. Que despertarte al lado de la persona a la que quieres haga que olvides el molesto sonido del despertador. Que Elena esté embarazada. La risa que a los niños les provocan los geniales soldados de "Juan sin miedo". Por qué te quiero en 65 palabras. Té americano, caliente y con mucha canela las tardes de invierno. La nieve. Un muñeco que te recuerda tus tardes infantiles. Candela y Hugo, aunque solo sean proyectos aún. Un cuaderno nuevo que empezar a llenar de ideas y garabatos. "Amelie". Que las tardes de verano entre olor a Bimbo por las ventanas. Que haya gente que se moleste en leer lo que escribes. Bucear en Sotavento. Las libélulas. Tú.
sábado, 17 de octubre de 2009
domingo, 4 de octubre de 2009
Botines de tacón y lazos de tafetán
Apenas la mira.
Prefiere darle la espalda, le avergüenza su desnudez, pero no por grotesca u ordinaria, sino porque le recuerda la propia.
En silencio se pregunta si estará sentada en ese pasillo por los mismos motivos, si buscaba un dorado que ni siquiera persiste en las paredes que decoran la escena o si fue engañada aprovechando las ansias de encontrar algo mejor.
Ilustración: "Two Prostitutes" de Cellar-Fcp
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Prefiere darle la espalda, le avergüenza su desnudez, pero no por grotesca u ordinaria, sino porque le recuerda la propia.
En silencio se pregunta si estará sentada en ese pasillo por los mismos motivos, si buscaba un dorado que ni siquiera persiste en las paredes que decoran la escena o si fue engañada aprovechando las ansias de encontrar algo mejor.
No se imagina compartiendo confidencias o risas, desgracias o recuerdos. No quiere pensar en un futuro que la sitúe en ese desvencijado banco de madera.
Tiene frío, pero no se atreve a pensar en una alternativa que la obligará a soportar el caliente aliento de quien pague por no escucharla ni mirarla a los ojos, por si su tristeza le apaga las ganas. Así que reza no sabe a qué ni a quién porque la consideren demasiado delgada, o demasiado pálida, o demasiado triste para compartir un insano colchón.
Se evade pensando en cómo sería ese lugar hace unas décadas. Cuando las lámparas lucieran nuevas y brillantes, las alfombras llenaran los pasos de color y los muebles no parecieran a punto de caer. Se imagina vestida de satén, recorriendo las estancias con unos preciosos botines de tacón y lazos de tafetán, comprobando que todas las habitaciones cuentan con el calor que ahora se les escapa a base de desengaños, escuchando las risas de los niños jugando en el salón y el piano de la entrada, regalando a los oídos una hermosa melodía acallada a base de polvo y años.
Hasta parece que la brisa exterior, cantarina, la llama entre susurros…
…pero no es la brisa quien la nombra.
Ilustración: "Two Prostitutes" de Cellar-Fcp
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