¿Sabes? escuché en una ocasión que el frío no entiende de clases… pero es mentira.
El frío de los ricos no es frío. No. El frío de los ricos son tardes esquiando o viajes al norte de Europa.Son escapadas en pijama al jardín para ver cómo quedan las luces de Navidad desde fuera, como en las series de televisión.
Cuando eres pobre el frío se te mete en los huesos, y ya no te abandona. Da lo mismo que te acerques a la lumbre, o que te tomes una copita de licor, se queda contigo. Porque al frío le gustan los pobres, se siente cómodo sabiéndose más fuerte, teniendo la partida ganada.Y se ríe de las sopas de ajo y los calcetines de lana… le divierte que traten de ponérselo difícil.
Con los ricos no es lo mismo, porque contra sus chimeneas de diseño y sus abrigos caros no puede luchar. Los suelos térmicos, las calefacciones centrales, los edredones de plumón de pato suizo… solo le queda el consuelo de atacar a las muchachas que se encargan de ir a recoger a los niños al colegio, porque ellos, si acaso, se quedan en el coche, esperando, con su calefacción 4x4… y con las muchachas no es lo mismo, viven al lado de ellos, pero son como el resto de pobres, víctimas fáciles.
Cuando eres pobre sientes frío de por vida. Incluso en verano, cuando te acuerdas de Diciembre. Y se te oscurece la mirada a pesar del sol y del bochorno, porque sabes que lo tienes ahí, esperando y haciéndose fuerte para atacar en cuanto tenga ocasión.
¿Sabes? Yo quiero ser rico, para poder tener frío solo cuando quiera ver las luces de Navidad.