Imágenes que despiertan mi imaginación (IV)
A las 5 de la tarde el calor se convertía en un invitado molesto e incansable. Se pegaba a la piel como dándote a entender que no estaba dispuesto a marcharse en un largo rato por mucho que bajaras las persianas.
Por eso cerraba los ojos y trataba de esconderse tras un duermevela que no era más que una forma de evasión que venía perfeccionando desde que era niña.
En ese estado cualquier sonido se volvía diferente y juguetón, modificando o adornando lo que en ese momento pasara por su cabeza, convirtiéndose en banda sonora de pensamientos que, extraños y sin sentido aparente, eran a pesar de todo de una claridad extrema.
E imaginaba brisas marinas y lluvias torrenciales, lagos glaciares y vientos huracanados. Imaginaba miradas hostiles como jarros de agua fría y rincones oscuros en habitaciones vacías de muebles e ilusión.
Y entonces se le erizaban los pelos de la sien, la carne se le ponía de gallina y una media sonrisa le adornaba el rostro, porque una tarde más, le había ganado el pulso al bochorno de agosto.
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A las 5 de la tarde el calor se convertía en un invitado molesto e incansable. Se pegaba a la piel como dándote a entender que no estaba dispuesto a marcharse en un largo rato por mucho que bajaras las persianas.
Por eso cerraba los ojos y trataba de esconderse tras un duermevela que no era más que una forma de evasión que venía perfeccionando desde que era niña.
En ese estado cualquier sonido se volvía diferente y juguetón, modificando o adornando lo que en ese momento pasara por su cabeza, convirtiéndose en banda sonora de pensamientos que, extraños y sin sentido aparente, eran a pesar de todo de una claridad extrema.
E imaginaba brisas marinas y lluvias torrenciales, lagos glaciares y vientos huracanados. Imaginaba miradas hostiles como jarros de agua fría y rincones oscuros en habitaciones vacías de muebles e ilusión.
Y entonces se le erizaban los pelos de la sien, la carne se le ponía de gallina y una media sonrisa le adornaba el rostro, porque una tarde más, le había ganado el pulso al bochorno de agosto.